Las editoriales son un género ingrato se pasan de actualidad rápidamente, sin embargo, de vez en cuando merece la pena recordarlas , esta " Me salen cables por el culo" suscito, en su día, una polémica divertida por lo que he decidido rescatarla de nuevo, para este blog. Y de paso abrir una etiqueta nueva: cartas del crimen.
ME SALEN CABLES POR EL CULO
Zeki
Hace unos días supe al fin qué me ocurría. Pero a pesar de la tranquilidad que debería suponer el desplazar una incógnita que planea sobre uno, aquel descubrimiento me dejó bastante perplejo. Efectivamente, gracias al entrañable Punset (Eduard)1, me enteré de que, contrariamente a lo que siempre se especuló, nuestro ADN no tarda varias generaciones en mutar. En realidad, en el transcurso de nuestra vida el código genético va experimentando cambios inmediatos según la alimentación y otros innumerables factores, ambiéntales, síquicos, etc. que inciden en su estructura y que no sólo traspasamos a nuestros hijos sino que tienen efectos a corto plazo en nuestras propias vidas.
Algunas partes de esos genes configuran nuestra particularidad individual dentro del programa general de bichos vivientes. Esas cadenas de código se desarrollan o se atrofian respondiendo a estímulos que por nuestro modo de vida les vamos proporcionando. Y esto viene a cuento porque hace tiempo que venia soportando irritantes cosquilleos en la parte exacta donde la espalda pierde su nombre- en el culo, para ser menos amanerado- sin saber a que se debía. Con el tiempo, esa comezón insistente, las más de las veces inoportuna, empezó a mutar, nunca mejor dicho, en una pequeña protuberancia inquietante.
Todo converge en este punto con que la televisión que sobre el chifonnier de la habitación amenizó, durante años, mis ronquidos... esa cajita tonta de la que disfrutaba, a veces en exceso, después de unas jornadas extenuantes... dejó de funcionar. Parece ser que expiró un muelle en el mecanismo de encendido.
¿Una contrariedad? Bueno las cosas actualmente no están para gastos y llevar a arreglar un televisor antediluviano podría exponerme a la mofa vecinal... Sólo faltaba, con los granos en el culo, que también me subieran los colores a la cara. Así que decidí prescindir de la pantalla chica ,al menos hasta que esos “plasmas” modelo helipuerto, no se vendan por fascículos en el kiosco de mi calle.
Ese contratiempo me dio la oportunidad de leer más aún y la oscuridad hertziana dio paso a la oscuridad de Edimburgo que tan bien transmite Ian Rankin (En la oscuridad / RBA). La ciudad escocesa padece la fiebre especuladora de la construcción. Los escoceses se están dotando de un parlamento propio después de tres siglos de dominación sajona... En las obras, encuentran a un cadáver emparedado... Ya los cadáveres tampoco se quedan en los armarios... poco después asesinan a un político miembro de una familia escocesa influyente, y un vagabundo, con una abultada cuenta en el banco, se suicida tirándose de un puente... ¿cansado de dormir debajo? Va ser que no.
Si en Edimburgo el envejecido Rebus siempre al borde de la resaca, insumiso y cabezón, se las tiene que ver con un joven colega protegido de los mandos superiores, trepa y voyeur, para dirigir un equipo de policías sin que se note demasiado que es él quien lleva el mando, en Glasgow unos años antes, (“Hora de la muerte” (Rocacriminal) de la también escocesa Denise Minna), la joven periodista Paddy Meehan se vera envuelta en un turbio asunto de corrupción y drogas. Paddy, en los años de hierro del tacherismo más desalmado, mantiene a sus padres y hermanos, todos en paro, con su exiguo sueldo de periodista eventual. Cuando le ponen 50 libras en la mano para que cierre los ojos sobre lo que acaba de ver, puede más la necesidad que su conciencia. La reflexiva y atormentada periodista tendrá tiempo de arrepentirse de ello.
Entre unas novelas, y un suplemento semanal, fue como descubrí lo de las mutaciones genéticas... express. Realicé que al cabo de unos días la pequeña protuberancia en sálvese la parte – en el culo, para ser más exacto y menos remilgado- había disminuido considerablemente y me faltó tiempo para relacionarlo con el hecho de que veía menos la televisión.
Pertrechado como estaba de aquel descubrimiento y sacando a relucir mi lado ‘escéptico pero menos’ que me empuja a elucubrar hipótesis a la mínima de cambio... fui alcanzando conclusiones que me tienen preocupado pero sobre todo, ¡INDIGNADO!
Sospecho que las grandes corporaciones bancarias y las empresas multinacionales, junto a los poderes fácticos de toda la vida, convergen mano con mano junto a la automatización- algunos lo llaman “globalización”-, el pensamiento único –evidentemente, el de ellos- y los avances científicos manipulados, para reducirnos a meros individuos biónicos, en una primera etapa y a material biológico desechable en último termino.
Creo que Andreas Schaltzmann el protagonista de “Les racines du mal” (1995) de Maurice G. Dantec (Serie Noire nº 2379) no andaba muy descaminado… Otra cosa es que se le fuera la olla, al pobre tipo, y se pusiera a matar a todo quisqui como un poseso, so pretexto de que eran los cómplices de una conspiración entre los nazi y aliens de Vega para el extermino de la raza humana. Pero bueno, a lo que ibamos.
Basta un análisis somero para darse cuenta de que lo que les importa a las corporaciones industriales y a los grandes grupos económicos, después de crearnos necesidades tan perentorias como superfluas, es que nos gastemos la pasta comprando cualquier chorrada, que nos endeudemos convirtiéndonos en sujetos dóciles y amedrentados, que trabajemos sin pedir demasiado y sobre todo que no demos el coñazo.
Estoy convencido de que la vieja batalla ideológica de la época de la guerra fría ha seguido adelante, esta vez sin oponente, experimentando un adelanto cualitativo. Ya ni se toman la molestia de disimular. Antiguamente clamábamos, entre muchas otras cosas menos triviales, por la diversidad de canales televisivos, echando pestes contra la cadena estatal. Hoy existen tropecientos canales... pero en todos se ve la misma basura.
Quieren vernos enchufados a nuestros sofás... y que nos salgan mandos a distancia (que manden lo justo, eso sí) en los dedos, que llevemos tarjetas de crédito (¿no sería mas acertado llamarlas de endeudamiento?) biónicas en el hipotálamo... y que nos crezcan cables en el culo para que podamos enchufarnos al tresillo al llegar a casa... después de haber manufacturado las porquerías por las que nos van a cobrar una pasta, y no andemos molestando por ahí... dando bulla y ocupando su espacio.
Nos tienen preparada una existencia virtual en la que se quieren ahorrar hasta los cables, pretenden que nos vayan creciendo en el culo por el método de alterarnos las neuronas y con ello el código genético. Pues se van a joder.
De momento gracias a haberme quedado sin tele no solo han remitido, en parte, esos irritantes escozores sino que además he podido leerme algunos libros interesantes más.
1 Eduardo Punset: celebre vulgarizador científico. Político catalán y ex-parlamentario, presentador de un programa de televisión sobre adelantos científicos.